Nace el hoy asesinando el ayer sabiendo que su destino es morir, cada segundo mata, roba y muere en el ahora en una rueda finita de origen incierto y vago final; y los hombres, mientras tanto, juegan a ser mayores instalándose en el puente que deberían cruzar.
Es el tiempo quien los saca de un segundo y los mete en el siguiente, a empujones, como parte del botín de un asesino, es el tiempo, en el instante homicida, el que puede excluirlos del saqueo; y los hombres, entre tanto, enredados en sus «nadas», parados en el puente y sin ánimos de cruzarlo, parecen desconocer que pueden morir en cada segundo que muere.